A modo de pórtico, Gran Bar Distopía se abre con un breve capítulo que expone el tema que alimenta toda la novela. Sin más explicaciones, aquí va el capítulo titulado PERK vs SBOB
PERK es el acrónimo de Personal Emergency Relocation Kit. Se trata de una mochila destinada a proporcionar al individuo postapocalíptico setenta y dos horas de autonomía vital tras el Acontecimiento Catastrófico, comúnmente conocido como Apocalipsis. Se diferencia de la SBOB, o Survival Bug Out Bag, en un detalle que parece menor y que, sin embargo, divide a la comunidad survivalista en dos grandes grupos. El estado de la cuestión es el siguiente.
Partimos de la regla del 3 de la supervivencia: tras una hecatombe, se puede vivir tres segundos sin saber dónde estamos, tres minutos sin oxígeno, tres horas sin refugio, tres días sin agua, tres semanas sin alimento, tres meses sin salud. De lo que se deduce que cinco son los aspectos básicos que deben ser tenidos en cuenta a la hora de preparar una mochila de supervivencia: ubicación, respiración, abrigo, alimentación y salubridad. De esta forma, es fácil coincidir en el listado de elementos imprescindibles para llenar el macuto: brújula, mapa y linterna, junto con pila de alimentación fotovoltaica o, mejor, de carga mecánica mediante manivela; mascarilla y bombona de oxígeno; dos juegos de repuesto de ropa interior y exterior y manta o saco de dormir, ligero pero impermeable, mejor de aluminio; alimentos ricos en nutrientes y contenedor para transportar líquidos, más pastillas para depurar el agua; un botiquín de primeros auxilios; mechero y piedra capaz de producir chispas, cuerda, un cuchillo, dos destornilladores y una llave inglesa. No debemos olvidar una pequeña libreta y un lápiz —nunca bolígrafo o pluma, pues la tinta podría solidificarse en caso de frío extremo—, un libro entretenido, sencillo de leer y de tono optimista —conviene huir de la literatura del yo—, y un dispositivo electrónico tipo táblet que contenga, además de nuestros documentos básicos, un vademécum completo de conocimientos prácticos y elementales sobre agricultura, materiales, medicina, energía, transporte, comunicación, química y astronomía. Todos estos elementos, bien organizados, pueden caber en una mochila clásica de treinta y cinco litros, adecuada para ser llevada a las espaldas de una persona de complexión ordinaria, no necesariamente fuerte.
En lo hasta aquí expuesto, entre los especialistas no se dan grandes ni graves controversias. Existe, sin embargo, un punto de fricción que, en el fondo, no refleja una simple discrepancia técnica; antes al contrario, encierra una profunda fractura en la visión del mundo de quienes discuten este asunto. Nos referimos al diseño exterior de la mochila. Parece una chorrada pero no lo es.
Para muchos survivalistas, el saco debería disponer de bolsas o bolsillos laterales e independientes que permitan organizar el contenido de lo transportado en función de su naturaleza o finalidad, en modo tal que su localización y acceso resulten sencillos y, sobre todo, rápidos. Quienes defienden esta posibilidad, a la que responde la mayoría de los modelos PERK que el mercado oferta, están pensando en situaciones que requieren una reacción positiva urgente, algo más que probable en un escenario de catástrofe recién acontecida.
Para otros, en cambio, esas bolsas laterales no hacen más que entorpecer algunos movimientos críticos para un superviviente que deba defenderse de una amenaza con sus propias manos, o que necesita huir a través de espacios confinados, estrechos o con abundantes obstáculos. Estos últimos son los defensores de la SBOB, mochila de exterior completamente liso, que facilita a su porteador la realización de movimientos ágiles y enérgicos en cualquier escenario.
Así como los survivalistas partidarios del PERK suponen que una contrariedad suprema para el género humano estimularía en las personas supervivientes respuestas de tipo colaborativo, los patrocinadores de la SBOB, también conocidos como rawlistas o madmaxistas, sostienen que cualquier amenaza a la integridad física de un individuo acentuaría en éste ese connatural instinto de autodefensa que no reconoce otra ley que la del más poderoso; de hecho, sus mochilas renuncian a buena parte de los elementos pasivos de supervivencia para dejar espacio, entre otros artilugios, a las armas cortas y largas, incluso de asalto, conscientes de que el aire, la manutención y el abrigo no son recursos que uno deba llevar consigo ni, mucho menos, compartir con los demás; tras la catástrofe, si no hay recursos para todos, habrán de ser conquistados por la fuerza.
Como se ha dicho, el mundo survivalista no ha sido capaz de llegar aún a ninguna conclusión unánime. Hoy por hoy, las posiciones parecen irreconciliables. Tal vez, el problema posea unas raíces antropológicas tan profundas que carezca de posibilidad alguna de componenda. En cualquier caso, la mayoría de las personas ignoran el asunto y su importancia. Otras se limitan a dejar que sean los fabricantes de material deportivo quienes aporten la solución definitiva al debate, en un alarde de fe en la eficiencia de la ley de la oferta y la demanda.
En fin, cosas de la naturaleza humana.