
«La Edad de las Bacterias»
Ediciones Lengua de Trapo
Madrid, 2005; 248 páginas
Una presentación: la cuarta de cubierta
En el Madrid de 1980, indolente al vértigo de los tiempos, Ricardo Escalante se alimenta de rutina y de rencor. Su trabajo como funcionario del ministerio de Asuntos Exteriores le permite llevar una existencia trivial, sin sobresaltos ni aventuras, regada fuera de horas con buenas dosis de alcohol. Había conseguido huir de sus humildes orígenes en circunstancias azarosas y, quizá, ruines, pero la bonanza económica y social no le sirvió de nada cuando Edurne Ormaechea se cruzó en el camino. Ahora, el pasado como canciller de la embajada española en Montevideo irrumpe en su vida para ofrecerle la posibilidad de una nueva huida, esta vez lejos de la miseria moral, vulgar y chata, en la que se sabía instalado.
La edad de las bacterias narra la desquiciada historia de un hombre y de una mujer que se desearon hasta la locura y que fueron arrollados por una maquinaria terrible de la que formaron parte. Pero, como ya hiciera en otras novelas suyas, Manuel García Rubio transforma el microscopio que explora al individuo para, abriendo el zoom, convertirlo en un gran angular que nos abarca a todos. Aquí, con el pretexto de un imprescindible telón de fondo, apunta con el dedo a la pendular asimetría de hambre y violencia que se levanta en torno al eje del Atlántico desde hace siglos, y al papel de las guerrillas urbanas y de las organizaciones terroristas en América Latina y en Europa hasta los primeros años 70, cuando el mundo se entregó sin resistencia al poder económico y militar de los Estados Unidos de América.
He aquí una historia distinta, apasionante, plagada de sorpresas y de reflexión, poco habitual en las letras españolas de nuestros días.