«España,  España»

Ediciones Lengua de Trapo

Madrid, 2003; 284 páginas

Una presentación: la nota de prensa de la editorial

Heraclio regresa a España en busca de un nuevo rumbo para su vida, después de veinticinco años en Sudamérica. Aquí se reencuentra con sus hermanos Víctor y Conrado, y con su padre, moribundo, un viejo anarquista aquejado de una extraña enfermedad. El drama.

Víctor, empresario, es una pieza autómata al servicio de un sistema que se infla gracias al margen que existe entre valor y precio. La comedia. 

Conrado es un político que vive en el país de las maravillas, un mundo perfecto por intransitivo, capaz de soportar todas las contradicciones con la realidad porque está al margen de ella. El non sense.

Al entrar en la habitación en la que agoniza su padre, Heraclio redescubre uno de sus libros de juventud: El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado. «Entonces recuerda el consejo que tantas veces le repitiera su padre: ‘Si algún día quisieras saber cómo se encuentra de salud la sociedad en la que vives tendrás que ponerles el termómetro a estas tres instituciones’». Bajo esa sutil guía, España, España es, además de un entramado de historias que se alimentan en la íntima vinculación de los personajes, un fresco lúcido y nada complaciente de este país cuyo nombre se pronuncia en un doble suspiro.

«Caballo que vuela no quiere espuela». ¿Hay una verdad más cierta que la de este viejo refrán de aroma libertario que todos los personajes traicionan cuando intentan recordarlo?